Jo Chol Su, director general del Departamento de Organizaciones Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de la RPDC, hizo pública el día 14 una declaración siguiente:
En una intervención abierta del Consejo de Seguridad de la ONU, auspiciada el día 12 por Japón, el secretario general de la ONU, Guterres, cuestionó la política legal e indispensable de la RPDC sobre el fortalecimiento de las fuerzas armadas nucleares como lo “ilegal” y “peligro evidente y existente“.
Yo rechazo tajantemente sus palabras, tras expresarle profunda lástima por no haberse liberado todavía del modo de pensamiento invariable, parcial y fuera de sentido común en la situación actual de la Península Coreana, sobre todo, en el justo derecho independiente de un país miembro de la ONU.
Si él tiene un entendimiento de que el fortalecimiento de la capacidad autodefensiva de un país miembro de la ONU constituye una violación de la ley internacional, debería cuestionar primero la ambición de Japón por convertirse en una potencia militar, país estipulado como enemigo en la Carta de la ONU. Para colmo, tendría que explicar por qué Estados Unidos, que es el primero en el mundo en la posesión de las armas nucleares y en los gastos militares, tiene extraterritorialidad en la escena de la ONU.
Ya le hemos aconsejado en varias ocasiones que observara los asuntos de la Península Coreana, ateniéndose a la imparcialidad y objetividad de acuerdo con su misión aclarada en la Carta de la ONU.
Sin embargo, él intenta culparnos al hacer vista gorda al imprudente aumento armamentista de EE.UU. que introduce habitualmente los medios de ataque nuclear en la Península Coreana y su entorno, calentando así la situación de la región. El hecho es la pauta de doble rasero y un acto peligroso que destruye la confianza de la sociedad internacional en la ONU.
El factor principal del desorden de la sociedad internacional es precisamente la coacción y arbitrariedad de EE.UU. y sus fuerzas satélites.
Si la presente reunión quisiera brindar ayuda, aunque sea mínima, al mantenimiento de la paz y estabilidad internacionales, no debía calumniar el ejercicio de derecho legítimo a autodefensa por un Estado soberano, sino criticar primero la violación de la ley internacional por el Occidente incluyendo EE.UU., el mayor quebrantador de la estabilidad del mundo.
El mundo no se puede salir nunca de la inquietud, confusión, desconfianza y antagonismo si deja intacta la conducta parcial de EE.UU. que, para mantener su posición hegemónica, infringe flagrantemente el objetivo y principios de la Carta de la ONU que aclara la igualdad de autoridad, el respeto a la soberanía y la no intervención en los asuntos internos.
Francamente dicho sobre Japón, este país no reconoce hasta la fecha el resultado de la Segunda Guerra Mundial, base fundamental del establecimiento de la ONU, ni hace liquidación sincera de su historia pasada de dominación colonial al pueblo coreano, debido a lo cual no tiene la calidad moral y legal de hacerse un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU.
Si Japón trata de inculcar la confrontación y división entre los países y aprovecharlas para realizar su ambición de ser potencia militar, abusando de la posición del país no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, no evitará la crítica y censura de la justa sociedad internacional y repetirá por sí mismo el pasado destructivo.
Por más que se desesperen EE.UU. y sus fuerzas satélites, la RPDC será siempre un país poseedor de armas nucleares.