Discurso de la Conferencia Nacional de Veteranos.

Respetados compañeros veteranos:

Estamos a 27 de julio, día de la victoria en que cualquiera a quien esta tierra vio nacer rememora y acoge lleno de orgullo el gran triunfo en la guerra que dejó una huella indeleble en la historia.

No encuentro palabras para describir la inmensa alegría que siento por volver a reunirme hoy en esta magna cita, con motivo del día de triunfo, con ustedes, respetados veteranos, artífices de esa grandiosa historia.

Un gran honor para mí haber sido invitado a esta cita a nuestros inapreciables maestros.

Por encargo del Partido y Gobierno, en ocasión del aniversario 67 de la victoria en la gran Guerra de Liberación de la Patria, felicito calurosamente a los asistentes a esta conferencia y a todos quienes combatieron o realizaron méritos en la conflagración.

Mi sincero homenaje a los mártires revolucionarios conocidos y desconocidos que dieron su inestimable vida a la sagrada obra de la reunificación y emancipación de la patria y la libertad y felicidad del pueblo.

También aprovecho esta oportunidad para rendir mi profundo tributo a los mártires y veteranos del Cuerpo de Voluntarios del Pueblo Chino que derramaron la sangre en apoyo a la guerra revolucionaria de nuestro pueblo y dieron el verdadero ejemplo de la amistad combativa.

Respetados veteranos:

Nuestra patria de hoy es inconcebible al margen de la sangre, el sudor y el gran espíritu de la generación de vencedores, y del noble altruismo de los valerosos combatientes.

Siempre estarán presentes en nuestra memoria.

Ver siempre a ustedes, generación de gloriosos vencedores que realizaron méritos que brillarán eternamente en los anales de la patria, honrar y hacer gala de su heroica vida: esto es lo que desea nuestro Partido.

El evento de hoy será una buena oportunidad para demostrar al mundo la unánime aspiración y voluntad del Partido y de todo el pueblo de transmitirle a la posteridad, sin restar un ápice, las proezas de los veteranos de guerra y hacer realidad, cueste lo que cueste, el noble anhelo de los mártires, siguiendo el espíritu de lucha de la década de 1950.

Las excepcionales hazañas que realizó en esa década la generación de vencedores al mando del gran Líder, Kim Il Sung, y el acervo y la herencia espirituales que legó a la posteridad se atesoran más con el paso del tiempo, como una riqueza que no se puede cambiar con ninguna otra del mundo. El significado trascendental y profundo que adquiere nuestro 27 de julio en la historia contemporánea no radica jamás en el mero hecho de que un país y una nación hayan salvaguardado su dignidad y soberanía en una contienda contra los agresores y obrado un prodigio militar digno de ser registrado en la historia de guerras de la humanidad.

La gran Guerra de Liberación de la Patria fue un cruento bregar para defender a nuestra incipiente República y el destino y el futuro de decenas de millones de coreanos y, a la vez, la primera confrontación total librada entre las fuerzas independientes y las hegemónicas, el socialismo y el capitalismo, al inicio de la Guerra Fría que le siguió a la Segunda Guerra Mundial, de una fiereza y severidad sin precedentes. En este enfrentamiento de dos bandos entre los cuales no se podía establecer comparación en ningún aspecto, tanto en el número de habitantes y la extensión del territorio como en los armamentos y el potencial económico, nuestra joven República rechazó la ofensiva militar del imperio norteamericano que se jactaba de su “supremacía” mundial y de sus seguidores y defendió a costa de la sangre el territorio y la soberanía.

Este fue un acontecimiento de suma importancia que engendró leyendas heroicas insólitas en la historia de la nación coreana y la revolucionaria de la humanidad. El 27 de julio fue una ocasión trascendental que le permitió a nuestro país y pueblo, otrora ignorados por el mundo por su endeblez, emerger dignamente como país y pueblo heroicos, acaparando la admiración de todos, y que desencadenó a escala planetaria la furibunda tempestad de la independencia antiimperialista, el socialismo y la revolución de la emancipación nacional.

Sin el gran 27 de julio, no habría el presente de la Corea socialista que resplandece como potencia y país popular más dignificantes e independientes del mundo, ni habríamos podido frustrar la atrevida tentativa del imperialismo de tener bajo su dominio al continente asiático y al mundo entero. Su otro inmensurable significado está en que una vez concluida la guerra deparó una nueva y gran historia de la revolución y construcción socialistas, preparó enorgullecedoras tradiciones y bienes que le aseguran la eterna victoria a nuestra patria y pueblo, alteró la estructura política mundial e impulsó el progreso de la época hacia la independencia y el socialismo.

El triunfo en la Guerra de Liberación de la Patria fue el del noble patriotismo y heroísmo colectivo de nuestros militares y civiles, el de la justicia y progreso frente a la injusticia y la reacción, el del socialismo, porvenir de la humanidad, frente al capitalismo, residuo de la historia.

La conflagración, que puso al desnudo la agresividad y bestialidad del imperialismo yanqui y que nos enseñó a tenerlas siempre bien presentes, ocasionó a todos los coreanos dolorosas tragedias y sufrimientos, arrebatándoles padres, hermanos, compañeros de armas y amigos. Con todo, junto con los méritos legendarios de la generación de triunfadores que se sobrepusieron a todos aquellos padecimientos y pruebas, se crearon el gran espíritu de defensa de la patria, el de defensa de la revolución. Y su impar heroísmo, abnegación y perseverancia fueron formando parte del temperamento inherente a nuestro pueblo.

Estamos hablando de una generación dignificante que con su sangre y vida escribió una nueva historia de la continuidad de la revolución coreana e hizo del espíritu revolucionario del Paektu una idea y espíritu de todo el pueblo. Gracias a los soldados del Ejército Popular que derramaron la sangre para defender cada pulgada del suelo patrio y a los civiles en la retaguardia que se entregaron de lleno por el triunfo en la guerra, con la inquebrantable fe en que saldrán vencedores siempre y cuando contaran con el Mariscal Kim Il Sung, se pusieron de manifiesto, como temples de la Corea heroica, los espíritus creados por los mártires de la revolución antijaponesa: el de la unidad con el líder en su centro, el de la lucha perseverante con que aniquilaron al enemigo aunque se tenían que correr mil veces el peligro de la muerte y el de apoyo en las propias fuerzas con que fabricaron proyectiles de fusil y cañón pese a sus escasos recursos. Precisamente por esta razón, nuestro Partido honra y tiene en alta estima a la generación de vencedores que había recorrido un trayecto envuelto en llamas, como generación enorgullecedora que fue la primera en darle continuidad a nuestras tradiciones revolucionarias.

Esta generación, que ganó la guerra al precio de la sangre, es la autora de la implantación del sistema socialista en apoyo al llamamiento del Partido y de la cimentación de la potencia independiente con el espíritu de Chollima. También es la gran maestra que sembró un noble espíritu en las jóvenes generaciones. En aquellos tiempos en que ella desempeñaba el papel protagónico en todos los dominios, nuestra construcción socialista conoció los más espectaculares avances y saltos. Las gestas de aquellos héroes servirían para las siguientes generaciones que nacieron en tiempos de paz, sin conocer la guerra, de nutrientes y de manuales de obligatoria referencia para una existencia y una concepción de vida revolucionarias.

De hecho, nuestros veteranos de guerra son excelentes revolucionarios y patriotas e incomparables tesoros de nuestra revolución que no sólo durante los severos días de la guerra sino también en todo el transcurso de la restauración y construcción posbélicas y la edificación socialista han seguido invariablemente fieles al Partido y el líder y han consagrado todo lo suyo al bienestar de la posteridad, asumiendo todas las penalidades. Nuestro Partido se siente infinitamente orgulloso y honrado de contar con ustedes, precursores revolucionarios que tienen un elevado concepto de la posteridad y la revolución, y ve en ustedes paradigmas perennes para cualquiera de nosotros.

Estimados veteranos de guerra:

Estos casi setenta años posbélicos han sido una sucesión de sangrientos enfrentamientos con el enemigo, razón por la cual no podemos calificarlos jamás como período de paz. Y en estos años se han arreciado cada día más las amenazas y presiones del imperialismo tendentes a obstaculizar nuestro avance y agredir a nuestro Estado.

Proyectando el mañana del Estado con el espíritu y la voluntad de triunfo que nos infundiera el perpetuo 27 de julio, fuimos nosotros quienes escogimos el tortuoso camino del fortalecimiento del poderío estatal, y hemos sido consecuentes con esta opción, aún teniendo que apretarnos el cinturón, mientras todos los demás persiguen la “prosperidad” inmediata.

Ante la obvia necesidad de tener una fuerza absoluta capaz de evitar y refrenar la misma guerra, de manera que esta no vuelva a ser causa del dolor y sufrimiento como en los años de 1950, hemos avanzado para ser una potencia nuclear, recorriendo trayectos abruptos que dejarían abatidos a otros mil y una veces y superando con valor presiones y retos de toda índole. Hoy hemos llegado al punto de defendernos de forma fidedigna e imperturbable de toda forma de presiones y chantajes militares de la reacción imperialista y otras fuerzas hostiles.

La guerra es un conflicto armado que uno desata contra un adversario desdeñable.

Ahora nadie se atreve a menospreciarnos.

Jamás permitiremos que nadie nos subestime y si lo hace, lo pagará bien caro.

En virtud de nuestro seguro y eficaz disuasivo nuclear con carácter defensivo, los coterráneos no conocerán más guerra y la seguridad y el porvenir de nuestro Estado se garantizarán para siempre.

Cada año celebramos el 27 de julio, generación tras generación. Pero, por el hecho de que hoy nuestro Estado ocupa una elevada posición estratégica que nadie puede ignorar y todos están obligados a reconocer, este 27 de julio nos proporciona sentimientos peculiares que hacen más valiosas y orgullosas la significación de la victoria en la guerra y las hazañas de los veteranos de guerra.

¡Compañeros!

Ha transcurrido un largo tiempo y han cambiado muchas cosas tras el cese al fuego, pero el espíritu sublime de los mártires y los veteranos de guerra convoca a nuestro pueblo a una nueva lucha.

Ahora, viendo a ustedes evocamos a todos los compañeros de armas que cayeron luchando en el frente en aquellos años duros y a los mártires inolvidables que se entregaron en cuerpo y alma a la construcción socialista, y reafirmamos la decisión de trabajar con más ahínco para ser dignos ante ellos. Tal como los veteranos de la guerra escribieron una nueva historia de la construcción de una patria próspera y poderosa continuando brillantemente las tradiciones antijaponesas, las nuevas generaciones de hoy heredaremos su espíritu y alcanzaremos a toda costa la victoria definitiva del socialismo a nuestro estilo.

La historia de la victoria en la guerra nos enseña la gran verdad de que un pueblo que posee un gran espíritu obra un gran milagro.

Nuestro Partido esculpirá, con letras doradas, el espíritu de los años de 1950 en el corazón de todos los militares y civiles para que sean combatientes fuertes e indoblegables ante cualquier adversidad y artífices de nuevos milagros y victorias y para que su vida no sea apreciada como indecorosa a ojos de los mártires, físicamente desaparecidos, y de los veteranos de guerra.

Ni un momento hemos olvidado lo mucho que habrán padecido ustedes al enterrar a los compañeros caídos y tener que retroceder llorando con lágrimas de sangre a orillas del río Raktong, a muy escasa distancia de la costa del Mar Sur de Corea, todo esto debido a la carencia de fusiles. Siempre conscientes de la verdad de que uno puede cultivar la dicha cuando tenga asegurados la soberanía y el derecho a la existencia y que debe ser fuerte para poder defender el destino del Estado y el pueblo, no cejaremos ni un instante en el empeño de avance por consolidar al máximo la capacidad de defensa nacional de manera que nadie se atreva a atacarnos.

Compañeros:

En sus incontables días y noches de combates enconados, nuestros valientes combatientes habrían soñado con un hermoso paraíso del pueblo que se extienda a todo el territorio nacional de tres mil ríes (1,200 km). Con el ánimo redoblado nuestro Partido se esforzará para realizar sin falta el ideal de la potencia que acariciaban los mártires y procurarle a nuestro pueblo la mayor felicidad del mundo.

Todo el pueblo vivirá como triunfador en aras de la prosperidad de la patria, mirándose a sí mismo en la generación de vencedores en la guerra. Difíciles serán las condiciones y circunstancias actuales, pero a todas luces incomparables con las de la guerra pasada.

Nuestro Partido orientará a todos los funcionarios, los militantes y demás trabajadores a obtener éxitos resonantes en todos los campos de la construcción socialista bajo la consigna ¡A vivir y luchar con el espíritu de los grandes defensores de la patria!

De igual forma, guiará a todos los oficiales y soldados del Ejército Popular a prepararse como combatientes omnipotentes capaces de vencer uno a cien enemigos que hagan suyo el fuerte espíritu revolucionario, el valeroso temperamento combativo y el noble patriotismo, demostrados por los participantes en la Guerra de Liberación de la Patria, y que estén versados en los métodos de combate a nuestro estilo.

La historia de la victoria en la guerra se transmite a la posteridad junto con el calificativo de juventud que con sus méritos hicieron valer numerosos héroes como Ri Su Bok, Jo Kun Sil y Kang Ho Yong.

Formaremos a todos los jóvenes como hombres de apasionada lealtad y revolucionarios consecuentes que saben colocar por encima de todo a la sociedad y el colectivo y se consagran por la sociedad y el colectivo, al igual que los héroes de la guerra que desafiaron a la muerte y no vacilaron en dar su preciosa vida por la única patria. De esta forma, se sucederán a las generaciones venideras nuestra ideología, régimen y gran tradición de la victoria, mantenidos por los veteranos a costa de la sangre.

En todo el país reinará el ambiente social de respetar, honrar y conceder privilegios a los precursores de la revolución como los veteranos de guerra.

El Partido seguirá atendiendo con devoción a los veteranos de guerra para que lleven una vida digna con el vigor juvenil y asumirá plena responsabilidad de su salud y vida.

Las organizaciones partidistas a todos los niveles, los órganos del Poder, las agrupaciones de trabajadores y todos los habitantes considerarán como su noble obligación moral tratar afectuosa y solícitamente a los veteranos de guerra como si fueran sus propios padres y le pondrán todo el esmero.

Pasan los años y se suceden las generaciones, pero el espíritu de la lucha heroica y las hazañas inmortales de la generación de vencedores en la guerra harán más densa la sangre roja que corre por las venas de nuestras generaciones y su gran espíritu y mérito perdurarán con el avance victorioso de nuestra revolución.

Estimados compañeros veteranos:

Sé que ustedes son fuertísimos porque pusieron de rodillas a las tropas multinacionales comandadas por el imperio norteamericano que se jactaba de su “supremacía” mundial y desafiaron con dignidad aquella década feroz y muchos otros años difíciles. Lamentablemente, muchos se han ido de nosotros y los que aquí están presentes también peinan canas, inevitablemente. ¡Qué inclemente es el tiempo y qué penoso es verlos en tal estado!

A ustedes les reitero mi deseo de que tengan una buena salud.

Y a todos los estimados veteranos del país les pido de corazón que la conserven por muchos años y que sigan siendo para nosotros el acicate y el puntal espiritual.

¡Viva el 27 de julio, día de la gran victoria en la guerra!