El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de la RPDC Corea publicó el día 24 la siguiente declaración:
El mar, fuente de seres vivos y propiedad común de la humanidad, se enfrenta con la severa crisis de contaminación nuclear.
El día 22, el gobierno japonés decidió por fin echar al océano las aguas contaminadas por sustancias nucleares de la Central Nuclear de Fukushima, pese al rechazo y advertencia de la sociedad internacional.
Nadie puede negar que la descarga de esas aguas contenedoras de mucha cantidad de sustancias radiactivas sea un acto antiético que destruye el ecosistema de la Tierra y amenaza la existencia de la especie humana.
Es imposible que Japón, único país del mundo atacado por la bomba atómica que experimentó también la tragedia de la isla Bikini, desconozca las consecuencias catastróficas de la peligrosísima liberación de aguas contaminadas.
Aunque ese país engaña y se burla de la sociedad insistiendo en que ellas son “aguas limpias” filtradas por el equipo de eliminación de nucleidos, quedó comprobado de modo científico que contienen, además de tritio, otros elementos radiactivos muy peligrosos como cesio, estroncio y rutenio.
Lo ha reconocido en septiembre de 2017 la misma Compañía Tokyo Electric Power, operadora de la planta nuclear de Fukushima.
En mayo pasado, se produjo un gran revuelo en la sociedad internacional al detectarse en las entrañas de los peces capturados en las aguas frente al departamento de Fukushima el cesio en una cantidad 180 veces mayor que el límite permisible.
Japón está obsesionado para echar al Pacífico las aguas en cuestión pese a las críticas fuertes de todo el mundo, lo cual deviene una prueba evidente de la peligrosidad y consecuencias catastróficas de ellas.
No se puede pasar por alto las voces de preocupación de los especialistas, quienes precisan que si afluyen las aguas contaminadas a la zona marítima cercana de Fukushima, donde es fuerte la corriente del mar, ellas se dispersarán en la mitad del Pacífico a más de 50 días y algunos años después, se expandirán a las zonas marítimas de todo el mundo y causarán tremendas pérdidas a la humanidad durante varios milenios.
Despreciando las fuertes protestas, rechazo y advertencias del interior y exterior, Japón trata de cometer a toda costa esa fechoría con su típico y avaro modo de cálculo, o sea, eso cuesta poco dinero y mano de obra. Esto deviene un crimen antiético para imponer sin vacilación alguna a la humanidad hasta el desastre nuclear para satisfacer sus objetivos egoístas.
He aquí la imagen dual del país isleño que preconiza un “mundo sin armas nucleares” escandalizando a menudo la “amenaza nuclear” de los países circunvecinos.
El flujo de aguas contaminadas, que resulta terrible sólo al imaginarlo, no es un asunto tolerable con el supuesto “aval” o “garantía” de EE.UU., criminal nuclear de guerra y principal culpable nuclear, y sus satélites.
Los países vecinos y la sociedad internacional observan ahora con rigor la conducta cínica de Japón para contaminar el mar común de la humanidad con sustancias nucleares y el mal comportamiento de las fuerzas que lo defienden y amparan.
Japón debe cancelar ahora mismo su decisión de liberar las aguas contaminadas nucleares que amenazan gravemente la vida y seguridad de la humanidad y su futuro.
Tendrá que asumir la responsabilidad de todas las consecuencias catastróficas que emanen de su acto criminal que no podrá expiar nunca ante la humanidad del presente y el futuro