En las calles capitalinas se pueden ver a los ciudadanos con ropas incrustadas la bandera de la República.
Entre ellos hay los que van a los lugares de trabajo y las mujeres que realizan actividades propagandísticas.
Lo mismo es el caso de los trabajadores del Centro de Confección de Trajes de Deporte de Mangyongdae y la Fábrica de Géneros de Punto de Songyo.
Las obreras de dicha fábrica dicen: La bandera de la República nos infunde el amor a la patria y el orgullo de ser ciudadanas de la República. Por eso, la adoramos siempre y nos ponemos con preferencia ropas incrustadas de esta insignia.
Esto no es un sentimiento que sienten solo ellas.
Con motivo de las fechas conmemorativas del Estado y las fiestas se izan banderas de la República en las instituciones y hogares.
En estos momentos la gente, contemplándolas con gran emoción, rememora la gloriosa historia de la República y canta el himno nacional.
Militares y niños dan saludos y los pasajeros se paran y miran con respeto las banderas.
Se las ven en las manos de los estudiantes que toman fotografía con la alegría de ser condecorados con el premio de investigación científica, y en las ropas de los deportistas que derraman sudor en los campos de ejercicios.
Para nuestro pueblo la bandera de la República no es simplemente un símbolo del poder y del territorio del país sino incluso significa la vida, el espíritu y la felicidad.
Esta es la verdad que él ha experimentado en carne propia a través de la vida real.
Jo Hyon Guk, funcionario del Comité Popular de la ciudad de Pyongyang, expresa que cuando mira la bandera de la República que flamea, le vienen a la memoria las imágenes de los trabajadores comunes que están regocijados en las viviendas lujosas en el Reparto Songhwa y el barrio Kyongru, y es como si oyera los pasos de los estudiantes que van a la escuela con uniformes y mochilas llenas de artículos escolares de producción nacional suministrados por el Estado.
Por tanto, nuestro pueblo tiene un gran amor a la bandera de la República, que simboliza el país del pueblo, donde este disfruta de una vida digna y valiosa, y jamás piensa en su existencia al margen de ella.
Tal amor se incrementa junto con la voluntad de corresponder a las solicitudes del país.