El 17 de noviembre de 1905, Japón fabricó el “Tratado de Cinco Puntos de Ulsa”, y valiéndose de este convenio ilegal colonizó a Corea y causó incontables desgracias y sufrimientos a su población.
Dicho tratado, un documento fraudulento, es nada más que un papel inútil sin validez legal.
En aquel tiempo, pese a la oposición de Kojong (26º rey de la dinastía feudal de Joson) los agresores japoneses trajeron el sello del canciller coreano y rubricó el tratado en cuestión, sin la firma del emperador ni el sello del Estado.
Una ley aprobada por el gobierno coreano en 1894 estipula: “El documento del Estado y el tratado deben ser rubricados con la firma del emperador y luego con el sello del Estado”.
El artículo 406 de la Ley pública internacional señala que el tratado puede ponerse en vigencia solo con la “aprobación del rey”. Así, el “Tratado de Cinco Puntos de Ulsa” es un documento ilegal en vista de las leyes nacionales e internacionales de aquel tiempo.
Y dicho pacto no tiene su nombre oficial.
Por regla general, el tratado sin nombre no puede ser acordado ni firmado por los gobiernos. Por tanto, en Japón se lo llamaban “Convenio Corea-Japón” y en Corea, “Tratado de Ulsa” o “Tratado de cinco puntos de Ulsa”.
En aquellos días, los personajes progresistas de la comunidad internacional lo rechazaron resueltamente al ser impuesto por Japón.
El “Informe de Harvard” de 1935 reveló su ilegalidad citando el hecho de que el ministro plenipotenciario japonés movilizó a su ejército para presionar al emperador y ministros coreanos. El informe presentado en 1963 a la 15ª sesión del Comité de Derechos Internacionales de la ONU declaró la nulidad total del “Tratado de Cinco Puntos de Ulsa”.
Japón fabricó el pacto internacional de manera forzosa y fraudulenta y estableció un sistema de dominación colonialista fascista en Corea. Son inenarrables los daños espirituales y materiales que ocasionó a los coreanos durante su ocupación a Corea.
Cometió numerosos crímenes contra Corea tales como la conversión de los coreanos en esclavos, el freno de su desarrollo social y económico- También la separación de su territorio y la incorporación a la guerra agresora norteamericana contra ella después de la II Guerra Mundial.
Empero, el gobierno japonés, en lugar de recompensar y reflexionar por sus delitos pasados, registró como patrimonio mundial las fábricas y minas carboníferas donde los coreanos habían sometido a duros trabajos, calificándolas como “una herencia de la revolución industrial que contribuyó a la civilización mundial”.
Recientemente, se dedica al aumento armamentista introduciendo grandes cantidades de armas sofisticadas y desarrollando nuevos equipos militares de ataque, lo cual comprueba que todavía no abandona su ambición de agresión a otros países.
Japón debe conocer correctamente el sentimiento y la voluntad del pueblo coreano y cumplir con sinceridad su deber asumido ante la comunidad internacional.