A principios del siglo XX el imperialismo japonés ocupó militarmente a Corea y recurrió a todos los medios y métodos para fortalecer la dominación colonial.
Un buen ejemplo de ello es la modificación de nombres de las divisiones administrativas de Corea al estilo japonés.
En septiembre de 1910 proclamó que “el gobernador general de Corea define” los nombres de todas las divisiones administrativas de Corea y libró una detallada indagación y control acerca de ello.
En ese proceso solo reconoció como oficiales los nombres provenientes de voces chinas y muchos nombres formados por el propio coreano los cambió por los de caracteres chinos o los suprimió.
Tal fechoría se perpetró con más crueldad después de fraguada la “Ley de revisión de nombres de divisiones administrativas” en diciembre de 1913.
En el “documento referente a la revisión de los nombres de los barrios y las comunas” publicado en febrero del año siguiente, decía que debe “corregir los nombres confusos de las regiones”. “Nombres confusos” eran nombres formados por propia lengua coreana que reflejaban la larga historia y la cultura de regiones correspondientes.
Por otra parte el imperio nipón impuso los nombres de lugares hechos en japonés y obligó a leer en su idioma los nombres de todas las regiones.
Forzó a llamar en japonés las manzanas de varias ciudades donde vivían los japoneses y, en el caso de poner los nombres en japonés, lo hizo seleccionando las palabras que elogian a Japón y veneran al rey japonés.
Obligó a llamar al estilo japonés no solamente los nombres de las ciudades como Pyongyang, Wonsan y Chongjin sino también los de lugares célebres de Corea como “Kumgang marítimo” y “Samilpho”.
Su intento de denominar en japonés los lugares de Corea, siendo un eslabón de sus maquinaciones de convertir a Corea en su perpetua “dependencia”, fue un crimen más cruel, sin precedente en la historia de la humanidad.