El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular Democrática de Corea hizo pública el día 6 la siguiente declaración:
Pese a nuestras reiteradas advertencias, EE.UU. y las autoridades surcoreanas han procedido a desplegar ejercicios militares conjuntos contra nosotros.
Con esto dieron pruebas de su menosprecio abierto y violación flagrante de la Declaración Conjunta RPDC-EE.UU. del 12 de Junio, la Declaración de Panmunjom y la Declaración Conjunta de Pyongyang de Septiembre, las cuales son acuerdos dirigidos a establecer nuevas relaciones RPDC-EE.UU. e implantar un sistema de paz sólida y duradera en la Península Coreana.
Si bien los promotores de ese entrenamiento recurren a todo género de artimañas para su justificación, con nada conseguirán encubrir ni embellecer su carácter agresivo.
Su primer simulacro conjunto “Focus Lens” se efectuó en Sudcorea en 1954, año siguiente de la concertación del Acuerdo de Armisticio. Por espacio de 65 años pasados desde entonces organizaron cada año tales ejercicios, que fueron todos de carácter agresivo y de anticipada contra nosotros.
Lo más grave es que EE.UU., sin hacer caso de lo acordado en los encuentros Cumbre RPDC-EE.UU. de Singapur y Panmunjom y otras varias ocasiones similares, introduce en gran medida en el territorio surcoreano sus pertrechos de ataque de la última palabra y exacerba así la tensión militar hostil a nosotros.
Sólo después de la cita de Singapur, EE.UU y Sudcorea escenificaron sucesivamente todo tipo de entrenamientos de guerra agresiva con la RPDC como su blanco, entre otros ejercicios combinados de tropas navales, “Tongmaeng 19-1”, el entrenamiento aéreo combinado e “Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación” (“PSI” por siglas en inglés); un ensayo virtual de interceptación del ICBM de la RPDC y, seguidamente, lanzamientos experimentales del ICBM “Minuteman-3” y del SLBM “Trident 2 D-5”.
Además, en un informe “Su política de disuasión nuclear”, EE.UU. manifiesta su posición política opuesta a la prohibición de una anticipada nuclear contra nuestro país y lo acusa infundadamente de “Estado bribón”, “Estado proliferante” de técnicas nucleares, armas químicas y misiles balísticos u otros análogos por el estilo, con lo que no disimuló su sentimiento de repudio contra nosotros.
En estos días nos crispa los nervios con la introducción en Sudcorea cazas Stealth F-35A, la llegada al Puerto de Pusan del submarino estratégico nuclear norteamericano Oklahoma City e, incluso, la tramitación de la introducción del drone de reconocimiento de altura supergrande “Global Hawk”.
Todos estos hechos testimonian que EE.UU. y las autoridades surcoreanas no tienen ni un ápice de la voluntad política de ejecutar las declaraciones conjuntas acordadas para el mejoramiento de las relaciones RPDC-EE.UU y Norte-Sur y se mantienen firmes en la posición de tratarnos como enemigos.
Con respecto a que tales hostilidades militares alcanzan el límite de peligro, el portavoz del MINREX de la RPDC las condenan categóricamente y expone posición de principios:
Primero, EE.UU. y las autoridades surcoreanas no podrán evadir la responsabilidad de habernos empujado a tomar las contramedidas para hacer fuerte a las amenazas latentes, las directas, encaminadas a perjudicar nuestra seguridad estatal.
Siendo bien conscientes de que su entrenamiento militar conjunto tropezará con nuestra reacción, opta por herirnos y amenazarnos con tales actos. Entonces, ¿cuál es su verdadero propósito?
Ya más de una vez hemos advertido que tal actitud conllevará el impedimento del avance de nuestras relaciones con EE.UU. y el Sur de Corea y la reexaminación de nuestras importantísimas medidas ya tomadas anteriormente.
Es ilógico que una parte desecha un compromiso mientras la otra lo cumple.
EE.UU. y las autoridades surcoreanas suelen proferir de boca para afuera que sus maniobras militares son de “carácter autodefensivo” y un “eslabón indispensable” para los preparativos de combate, entre otros desatinos. Nuestro país también no podrá menos que explotar, probar y ubicar potentes medios físicos vitales para la defensa nacional, de lo cual ellos no buscarán ninguna razón de denuncia, por mucho que pensaran.
Si es verdad que el Sur de Corea se inquieta tanto por la “amenaza de seguridad”, lo más sensato es no incurrir en culpas.
Segundo, nos mantenemos inalterables en nuestra posición de solucionar el problema a través del diálogo, pero mientras continúen las acciones militares hostiles seguirá desapareciéndose paulatinamente la dinámica del contacto.
La situación creada nos imprime una caída brusca a la voluntad de implementar lo acordado con EE.UU y el Sur de Corea, y ejerce una ingrata sobre las perspectivas del diálogo.
Es obvio que mientras una parte del diálogo conspira contra la otra para desatar una guerra, esta última no puede esperar en él un planteamiento de carácter constructivo. Y no vale nada un diálogo con gentes carentes de comprensión.
EE.UU. y las autoridades surcoreanas hablan a bombo y platillos del diálogo por apariencia y, entre bastidores, afilan la espada para dañarnos; si esos fueran “solución creativa” y “algo más allá de toda imaginación” predicados por ellos, es probable que nosotros también busquemos una nueva vía, como ya hemos aclarado.
Si ellos tratan a la ligera nuestras repetidas amonestaciones y desean lograr algo al azar, estamos dispuestos a que nos recompensen algo harto caso.