El portavoz del Comité Coreano por Medidas sobre el Problema de ex Esclavas Sexuales para el Ejército Japonés y Víctimas de Reclutamiento Forzoso hizo pública el día 15 una declaración que sigue:
Transcurrieron 77 años desde cuando terminara la Segunda Guerra Mundial, registrada como la calamidad más grande en la historia de la humanidad.
Si bien ha pasado un largo tiempo equivalente a la vida entera del ser humano, las personas aún recuerdan la verdad y la transmiten a las generaciones venideras.
Ellas asumirán tal postura para no volver a sufrir las desgracias al recordar para siempre las lecciones de esa contienda mundial y construir un mundo pacífico, equitativo y armonioso.
Sin embargo, existe un país que se desespera por repetir los pasados sangrientos sin aprender nada de las lecciones de la historia. Eso es sin duda alguna Japón.
Éste debió tomar parte más sincero y verdaderamente que otros países en la liquidación del pasado, pero no cumple hasta hoy sus responsabilidades legales y morales sobre la liquidación del pasado.
Practicando la gobernación fascista colonial de más de 40 años tras ocupar a bayoneta a nuestro país, Japón pisoteó no solo el idioma, las letras, nombres y apellidos de la nación coreana, sino también el atavío y costumbres, destruyó y saqueó muchos tesoros nacionales y bienes culturales. Pero no ha liquidado ni una vez sobre las inmensas pérdidas económicas que alcanzan la cifra astronómica.
Para colmo, los imperialistas japoneses reclutaron a fuerza a más de 8 millones 400 mil jóvenes coreanos, asesinaron a más de un millón y llevaron a fuerza a 200 mil coreanas para obligarles la vida de esclavitud sexual para el ejército japonés, lo cual constituye un crimen antiético que no tiene la prescripción según la ley internacional y su rencor no se eliminará nunca.
A pesar de tal realidad, los parlamentarios van en grupo al santuario Yasukuni para “recordar” a los criminales de guerra sometidos al castigo merecido, justificando las agresiones del pasado y tergiversando los hechos históricos. E instituyeron “Hinomaru” y “Kimigayo“, vestigios del imperialismo japonés, como “bandera nacional” e “himno nacional” y educan a nuevas generaciones con los manuales que embellecen sus actos criminales.
El hecho muestra que Japón, país vencido de la Segunda Guerra Mundial, no se ha liberado todavía de la vana ilusión de gobernador y caudillo de Asia.
Inventando y divulgando la “teoría de amenaza” proveniente de la RPDC, Japón aseguró el fundamento social e hizo todos los preparativos para su conversión en potencia militar. Y ahora trata de eliminar el último obstáculo de reagresión al enmendar hasta la vistosa “Constitución Pacífica“.
Reprime y trata con distinción a la Chongryon (Asociación General de Coreanos Residentes en Japón), prestigiosa entidad de ciudadanos ultramarinos de la RPDC, y los coreanos en el país isla, y así fomenta el chovinismo de la nación coreana, con el cual persigue su malsana intención de aumentar la hostilidad anti-RPDC.
Japón debe conocer claramente que la época actual es diferente del siglo pasado, cuando violaba a su capricho a otros países y naciones hablando de la doctrina de “misma cepa y misma raíz” y el “espíritu de una gran casa universal“.
Los que no olvidan los sacrificios y desastres amargos, no estarán con brazos cruzados ante las maniobras de reagresión de Japón ni perdonarán jamás la violación de su dignidad y su soberanía.
El pueblo coreano está indignado ante el hecho de que Japón persigue la política hostil anti-RPDC y se enfrasca en la campaña anti-RPDC y anti-Chongryon en vez de pedir excusas sobre sus crímenes del pasado. Y redobla la firme determinación de sacar la cuenta final con Japón.
Japón ha de tener bien presente que le tocará solo la sentencia justa de la historia si no líquida correctamente sus crímenes antiéticos que impusieron desagracias y sufrimientos insoportables al pueblo coreano y los demás asiáticos y se aferra a la imprudente conversión en potencia militar insultando a sus víctimas y caídos