Se torna cada día más obstinada la tentativa de los reaccionarios japoneses de usurpar el islote Tok.
Hace poco, el director del secretariado del gabinete japonés afirmó que “Takeshima (islote Tok) es territorio propio de Japón tanto en vista de los hechos históricos como a la luz de la ley internacional”.
Los políticos japoneses suelen insistir en el “derecho a posesión del islote Tok”, hecho que demuestra su política agresiva para realizar a toda costa la ambición de reagresión.
Según los registros históricos, desde la antigüedad, los antepasados coreanos usaban el islote como base de pesca y otros objetivos. El año 512, lo incluyeron en el distrito de Uljin de la provincia de Kangwon y declararon en varias ocasiones el derecho a su posesión.
Fue precisamente Japón el país que había prohibido por la ley la invasión de los japoneses a ese islote, tras reconocerlo como territorio coreano.
Según los mapas elaborados por los geógrafos japoneses del shogunado de Edo, el islote aparece evidentemente como tierra coreana.
Declarando en enero de 1696 que “el islote Juk (otro nombre del Tok) es indudablemente el territorio de Corea porque se encuentra cerca de este país” y “hay que prohibir a los japoneses pescar allí”, Japón tomó la decisión gubernamental de avisarlo al gobierno feudal coreano.
Tal reconocimiento aparece no sólo en los mapas de ese país sino también en otros elaborados por EE.UU. y Gran Bretaña para determinar el territorio de Japón que salió derrotado de la Segunda Guerra Mundial.
La instrucción No. 677 “Nota sobre la separación administrativa y política de algunas pequeñas regiones periféricas desde Japón”, publicada en enero de 1946 por la comandancia suprema de los países aliados a base de las Declaraciones de El Cairo y Potsdam, estipula que “se excluyen de Japón las islas Ullung, Tok y Jeju, las islas Ryukyu al sur del paralelo 30 de latitud norte, el archipiélago Kuriles, etc.”
Todos los hechos evidencian que no puede existir siquiera entre Corea y Japón esa disputa territorial.
Sin embargo, Japón se obstina en la propiedad de ese islote a fin de tergiversar a su gusto la opinión pública de la sociedad internacional y la nacional y causar el conflicto por el territorio, de manera que pudiera procurar el pretexto legal de reagresión al continente.
Los bandidos japoneses no podrán arrebatar otra vez a la nación coreana el territorio sagrado donde reposan los restos de los antepasados.
Se quedará para siempre el islote Tok como territorio inalienable de la nación coreana.
Japón debe actuar con prudencia teniendo presente que la usurpación del territorio ajeno acelerará su ruina.