Hace poco, las autoridades japonesas publicaron oficialmente la decisión de alargar a partir de un lustro desde 2021 el alcance del proyectil teledirigido tierra-buque tipo 12.
Este hecho significa la idea de equiparse con medios bélicos de agresión quitando la máscara de “defensa exclusiva”.
Un armamento cuyo alcance es de casi 900km no puede considerarse meramente defensivo.
Lo grave del caso es que planean desplegarlo no sólo en la tierra sino también en los aviones de combate y buques de guerra.
La capacidad de la aviación de Japón llega al nivel intercontinental y por doquier en el mundo hay buques de guerra japoneses, incluso el remodelado como portaaviones.
Esta realidad agranda la peligrosidad del caso y da clara respuesta a cuál es el objetivo del plan de Japón.
Su ambición de reagredir al continente asiático parace resuergir aumentando la su capacidad de operacion en cielo, tierra y mar y tomando a su alcance los países vecinos.
El aumento armamentista coincide con la marcha acelerada de la enmienda de la Constitución pacifista que estipula la renuncia del derecho a la beligerancia y la no posesión de capacidad combativa, hecho que causa gran descontento en la sociedad internacional y también en el interior de Japón.
El partido opositor y distintos círculos del país alzan las voces de censura apuntando que la prolongación de alcance del proyectil teledirigido tierra-buque “no se compromete a la defensa exclusiva porque será capaz de atacar las bases enemigas”.
Japón impuso indecibles desgracias al pueblo coreano y los demás asiáticos abogando en el siglo pasado por la “esfera de coprosperidad de la gran Asia Oriental”.
Japón actua con imprudencia olvidando la lección que le ha enseñado su derrota en la guerra.