Discurso en el acto conmemorativo del aniversario de la liberación de la patria

El estimado camarada Kim Jong Un pronunció el día 14 un discurso en el acto conmemorativo del 80º aniversario de la liberación de la patria.

La misiva va como sigue:

Queridos compañeros y amigos,

Amados ciudadanos de Pyongyang, el pueblo entero y oficiales y soldados del Ejército Popular:

En esta plaza de liberación reproducimos hoy la profunda emoción que hace 80 años sentían decenas de millones de habitantes por el júbilo de haber recuperado el país.

Este día festivo en que enaltece la sagrada trayectoria del nuevo nacimiento y desarrollo de nuestro Estado es el enfoque de la época y el balance orgulloso de cómo en sus ocho décadas de historia la nueva Corea ha encumbrado a lo más alto su dignidad y honor con el espíritu inmarcesible que produjo un viraje en el destino del pueblo y la ardua resistencia de decenas de años.

En este significativo momento, rindo mi profundo homenaje a los combatientes revolucionarios antijaponeses y mártires patrióticos quienes dieron todo lo suyo en la sagrada lucha por la independencia y prosperidad de la patria, en nombre de todos sus descendientes quienes llevamos una vida valiosa en un terreno de libertad y prosperidad que heredamos de ellos.

Mis cordiales saludos a todo el pueblo y todos los oficiales y soldados de nuestras fuerzas armadas que, con su fervoroso amor e ilimitada inteligencia en aras de nuestra valiosa y sagrada patria, abren una nueva era de fortalecimiento y desarrollo.

Rindo mi sublime tributo a los oficiales y soldados del Ejército Rojo que dieron su sangre caliente a la obra de emancipación de nuestro pueblo, en memoria de sus hazañas en las batallas.

De igual forma, saludo cordialmente al camarada Vladimir Vladimirovich Putin, Presidente de la Federación de Rusia, quien expresa su gran confianza y sentimientos de fraternidad, celebrando esta efeméride como fiesta común de ambos países, al camarada Vyacheslav Volodin y otros distinguidos huéspedes rusos que se encuentran de visita en nuestro país, los entrañables compañeros de armas rusos y el pueblo hermano de Rusia.

Compañeros:

El 15 de agosto de 1945 es el día de la gran victoria y el origen del cambio del destino del pueblo coreano que recuperó su dignidad independiente equivalente a su vida.

En los siglos pasados muchos países y naciones se vieron en la trágica situación debido a las guerras de conquista de las potencias que arrasaron el mundo, pero ninguno sufrió tanto martirio como el nuestro que fue pisoteado cruelmente y saqueado completamente durante la ocupación colonial del imperialismo japonés.

Fue la liberación de la patria la que detuvo la corriente histórica a su arruinamiento que fue la mayor ignominia de la nación en los cinco milenios de su historia y le produjo gran rencor y congoja.

La celebramos no solo como un acontecimiento de la independencia de la colonia sino también como una empresa memorable por muchas generaciones, porque fue lograda por la noble alma y sacrificio del pueblo coreano.

La dominación colonial del imperialismo japonés está registrada como historia de martirio del pueblo coreano y a su vez como historia de rebeldía escrita con la sangre por una nación de fuerte patriotismo y orgullo que jamás admite la injusticia.

Con todas sus represiones y barbaridades sin precedentes dirigidas a suprimir el alma y el espíritu de Corea, el imperialismo nipón no pudo eliminar su firme espíritu de la independencia y su lucha patriótica y antijaponesa por recuperar su soberanía estatal arriesgando la vida no se detuvo ni un momento.

La lucha armada desarrollada por los hijos e hijas sobresalientes del pueblo coreano contra el imperio nipón que emergió como potencia asiática, fue una resistencia sangrienta a muerte en que sobrellevaron las duras pruebas y dolorosos sacrificios encargándose del destino de la patria y los descendientes. Las proezas de la revolución antijaponesa que realizaron con su invariable posición independiente constituyen el testimonio irrefutable del trayecto recorrido por el pueblo coreano para lograr la independencia con sus propios recursos.

No es jamás un suceso inventado por el curso de la historia sino una victoria del espíritu independiente conquistada por todo un pueblo opuesto al imperialismo japonés a cambio de grandes sacrificios, he aquí el carácter revolucionario y la significación política de nuestra causa de la liberación.

A raíz del 15 de agosto, nuestro pueblo lo rescató todo: soberanía, territorio, recursos naturales, historia y cultura. Tuvo toda la posibilidad del disfrute de la libertad y la forja del destino y con la frente alta protagonizó la gran obra de la fundación del Estado que procuraría su desarrollo democrático y felicidad.

Aunque comience un nuevo capítulo de la historia como los pasados ocho decenios y devenga otra época con un nuevo nombre, el peso y el valor del 15 de agosto, fruto de la propia voluntad y lucha de nuestro pueblo, seguirán siendo absolutos, sin variar ni menguar.

Compañeros:

Hoy acogemos el aniversario de la liberación con el infinito orgullo de haber imprimido las huellas más enorgullecedoras y sagradas para los mártires, la patria y las venideras generaciones.

Si una gran historia forjada a costa de la vida no prosigue por quienes la defienden a todo precio y si la valiosa conquista legada por los mártires no se protege ni brilla por la lucha de las generaciones que les siguen, tal país y nación verán interrumpida su estirpe e incluso se privará del derecho de tener recuerdos honorables.

Hoy festejamos por todo lo alto el aniversario de la liberación de la patria porque nos produce un orgullo auténtico el trayecto de lucha que hemos recorrido gustosamente para construir un Estado eternamente poderoso y próspero en este territorio impregnado de la sangre roja de los mártires.

El 15 de agosto es el día de la victoria en que se realizó el anhelo de la libertad e independencia de nuestra nación y al mismo tiempo, el de inicio de la lucha para poner punto final a la historia de martirio y levantar una potencia.

La nueva misión histórica emprendida por los comunistas y el pueblo coreanos con esa fecha como punto de partida, ha sido difícil desde sus comienzos, pues ha estado acompañada de una exploración inusitada ajena a todos los conceptos y fórmulas convencionales y de un batallar arduo y desigual contra los países enemigos cuya forma de supervivencia es la contrarrevolución.

La liberación destruyó a las fuerzas opuestas a su desarrollo social y su base, pero la presión e injerencia de las fuerzas dominadoras destinadas a mantener para siempre la diferencia entre las naciones avanzadas y las atrasadas supusieron para nosotros incontables desafíos y dificultades, al igual que el imperialismo real obsesionado en las guerras de agresión y subyugación contra los países recién independizados, las maniobras de división y discordia y en política neocolonial.

Pero todo ello fue inerme ante el gran orgullo y fortaleza del pueblo coreano.

Su fe independiente de no volver a ser violado por las fuerzas foráneas prevaleció sobre la tiranía y coerción. Venció dificultades y pruebas con el esfuerzo y afán patriótico de construir una vida digna y dichosa.

La gloriosa historia de la potencia, en cuyos años crueles aplicamos nuestra propia manera en la política, la economía y la defensa, lleva impresa, además de la vitalidad de la línea independiente que ha sido el principio invariable y el mandato inviolable de la construcción y las actividades de nuestro Estado, la fortaleza propia del pueblo coreano que no renuncia a su autoestima aunque tenga que morir.

Cientos y miles de libros serían insuficientes para narrar en ellos nuestros sufrimientos y penas en el empeño de defender el ideal y sistema que escogimos y hacer poderosa y próspera a nuestra patria.

Con todo, nuestro pueblo siente el singular orgullo de haber fraguado su historia y realidad con una valiosa lucha y dignidad, como para recordarlo todo como gloria y felicidad.

Por propia voluntad instauramos y defendemos un régimen que nos promete una existencia independiente y duradera. Con nuestras manos cultivamos una fuerza que a cualquiera le hace descartar la idea de atacarnos. A nuestra manera fomentamos el florecimiento y la prosperidad. Estos le motivan a nuestro pueblo un orgullo sui géneris.

Con esa fuerza y orgullo, nuestra patria ha emergido como firme bastión de la independencia, dignidad y paz y hace una contribución nada desdeñable a la obra de la emancipación de la humanidad, neutralizando la arbitrariedad y coerción del imperialismo que pretende revertir el curso de la historia.

Son infinitos el orgullo y la emoción de nuestro pueblo que celebra el octogésimo aniversario de su liberación después de construir con su lucha, fuerza e inteligencia un país poderoso y floreciente, tal como deseaban los mártires revolucionarios quienes perduran en una juventud eterna.

El aniversario de la liberación es el monumento a la prosperidad lograda por nuestro pueblo, libre de la esclavitud y obediencia, sobre la base de la soberanía e independencia. Es también un momento relevante de la dignidad y orgullo en que escribimos de nuevo la posición y el prestigio de la patria con el inquebrantable espíritu independiente y la lucha indomable.

Compañeros;

En este momento en que recordamos los últimos 80 años que comenzaron con el histórico nacimiento de la nueva Corea, me invade una vez más el profundo sentimiento de respeto hacia nuestro gran pueblo.

Evocamos un sinnúmero de nombres de quienes dieron victoria y honor a la patria con hazañas de combate y méritos en diferentes décadas y épocas. En nuestros corazones pervive el espíritu de un sinfín de héroes enterrados en esta tierra con el sueño, amor y juventud.

Por un siglo entero desde los días de la lucha antijaponesa se hereda de forma íntegra la fortaleza típica de los coreanos que no vacilan en dar su vida y poner a sus preciosos hijos al servicio de la patria y la revolución y que consideran la muerte de sus descendientes no como una tragedia sino como una gloria.

Ahora me doy cuenta de que ella no es ningún sentimiento especial o tentación puestos de manifiesto en un tramo de la historia, en las circunstancias severas y enconadas de la revolución antijaponesa, sino la noble concepción de nuestro pueblo que considera la vida dedicada a la victoria y gloria de la patria como la más valiosa y dichosa, y el espíritu y tradición, equivalentes a la sangre, que siempre continúan y se heredan inevitablemente.

Esta tradición inmortal es precisamente la primera superioridad y grandeza del pueblo coreano.

La historia y la realidad evidencian qué personas mantienen el poder de este país, con qué convicción y espíritu continúa la revolución y en qué radica la grandeza de Corea.

Las masas populares son justas y poderosas por su naturaleza, pero en el mundo no hay un pueblo tan justo, tesonero y con tanta autoestima como el coreano.

A tal pueblo nadie lo doblega y un Estado que construye y sostiene un pueblo tan patriótico y orgulloso será para siempre poderoso e inmortal.

Quisiera aprovechar esta oportunidad para rendir el sublime respeto y saludar de corazón a nuestro pueblo, infinitamente fiel a la misión histórica que asume ante la época con el amor sincero e invariable a la patria y la perseverancia indoblegable.

Compañeros y amigos;

La enconada contienda por la liberación coreana registra obviamente los méritos de oficiales y soldados del Ejército Rojo que lucharon heroicamente en la primera línea de la conflagración mundial contra el fascismo, y nuestro pueblo tiene aún frescas en su mente las proezas internacionalistas de los hijos eminentes del pueblo ruso.

El ideal de la justicia y los esfuerzos del pueblo ruso que apoyó la lucha de la emancipación de un pueblo fraternal contra el imperialismo y el colonialismo sirven de una valiosa herencia en las relaciones Corea-Rusia que se trabaron con la sangre y se consolidan cada vez más.

Actualmente, las relaciones entre Corea y Rusia se desarrollan como una alianza que no se ha visto jamás en la historia y se consolidan en el bregar común para impedir el resurgimiento del neonazismo y defender la soberanía, la seguridad y la justicia internacional.

Ambos países están siempre al lado de la justicia y hoy también representan con una lucha resuelta la aspiración y la demanda de la humanidad contra la hegemonía y para la imparcialidad y la justicia.

Este año la humanidad acoge el aniversario 80 del fin de la Segunda Guerra Mundial que derrotó el fascismo que buscaba esclavizar a todo el mundo, y que puso punto final a sus atrocidades criminales.

No obstante, en la palestra internacional se dan abiertamente los actos peligrosos encaminados a borrar el resultado de la guerra antifascista mundial y la lucha para la liberación nacional, logrado a costa de la destrucción desastrosa y del gran sacrificio. Y las tentativas extremadas de los imperialistas de atentar contra los derechos e intereses de los Estados soberanos se agravan como nunca antes.

Frustrar las maquinaciones sumamente atroces e insensatas encaminadas a conducir hacia la derecha y lograr la unipolaridad de Europa, Asia y, a la larga, de todo el mundo con guerras sucesivas y la política de chantaje de quienes abrigan la ambición de reproducir la hegemonía política que van perdiendo a lo largo de la historia es la misión histórica que deben asumir gustosamente los países y pueblos amantes de la paz y fieles a la justicia. Esto demanda la solidaridad poderosa y la lucha común de las fuerzas progresistas.

Ahora Corea y Rusia escriben una nueva historia de la justicia luchando en la misma trinchera por la dignidad y soberanía del país y la paz y seguridad del planeta.

Es inagotable la fuerza de la unidad Corea-Rusia, que tiene como cimiento la historia y la tradición preparadas por el noble ideal y la auténtica amistad y que apoyan la revolución con la sangre.

En adelante, nuestro Partido y Gobierno serán fieles a la misión que le han confiado la época y la historia por la independencia y la justicia y en esta trayectoria ambos pueblos siempre harán gala de su notable fama de vencedores.

Compañeros:

Este país levantado por un gran pueblo y que este cultiva, avanza vigoroso hacia la prosperidad en medio de los retos y dificultades severos.

Es muy importante la misión confiada a la joven generación por los mártires que dieron la vida para el hoy y el mañana de la patria poderosa y próspera y para la posteridad que vivirá en esta tierra generación tras generación.

Superemos los retos sin vacilación por la gran potencia, por la eterna estabilidad y prosperidad de nuestro amado Estado que brillará eternamente.

Hagamos grande a nuestra patria con nuestra fuerza potenciada en la lucha y con la dignidad y temperamento propios de nuestro pueblo.

La dignidad y la gran historia gloriosa del pueblo coreano brillarán para siempre de generación en generación.

¡Viva el gran pueblo coreano!

¡Viva nuestra gloriosa patria, República Popular Democrática de Corea!