El director del Instituto de Investigación sobre Japón del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular Democrática de Corea hizo pública el día 15 una declaración titulada «Liquidar el pasado al ver correctamente la historia es la ineludible responsabilidad moral de Japón y el deber estipulado en los Derechos Internacionales«.
Se aproxima el día histórico en que se cumple el 80ºaniversario de la declaración de capitulación incondicional del imperialismo japonés que había invadido al continente asiático e impuesto a los pueblos de los países regionales las calamidades y desgracias nunca vistas.
Según las recientes informaciones de prensa, se multiplican en Japón las discusiones en torno a la declaración del premier con respecto a la pasada guerra agresiva, que se publicará en ocasión de este aniversario.
Las entidades y personalidades conscientes demandan al gobierno que ponga en claro la posición sobre la disculpa en el momento históricamente importante, mientras los politicos conservadores ultraderechistas lo niegan diciendo que se dio punto final a la «diplomacia de excusa» con la declaración de Abe publicada con motivo del aniversario 70 del fin de la guerra.
Lo insoslayable es que el actual premier japonés toma una actitud ambigua al respecto intentando salir de paso con la publicación de su opinión individual después de la verificación sobre la Segunda Guerra Mundial.
La «verificación» de que habla Japón no es la comprobación de los crímenes cometidos en la pasada guerra agresiva sino la investigación sobre los problemas insustanciales tales como el asunto sistemático por el cual el gobierno de aquel entonces no había impedido la arbitrariedad de la capa militar y el curso de que engendró las pérdidas civiles al tomar parte en la contienda imprudente.
Durante el debate parlamentario sobre este asunto, el premier dijo que bajo la constitución vigente es problemático el modo de control civil que prohíbe al «oficial de las fuerzas de autodefensa» presenciar en el parlamento, hecho que ha demostrado la intención malsana para favorecer la legalización de las «Fuerzas de Autodefensa» mediante la «verificación de la guerra«.
Ante la mirada de la sociedad internacional, Japón trata de pasar por alto el aniversario de su derrota lanzando los disparates como «fin de diplomacia de excusa«, «verificación de guerra» y «trayectoria del Estado pacífico«, lo que es una burla imperdonable a los pueblos de la RPDC y otros países asiáticos que sufrieron las heridas incurables por los imperialistas japoneses, y un desafío abierto a la justicia y la conciencia internacionales.
Aunque están escritas en las páginas de la historia las trayectorias de los países criminales que destruyeron sin piedad la paz y civilización de la humanidad considerando como diversión la invasión a otros países y naciones, Japón es el único país que se hace objeto de censura del mundo por la tergiversación obstinada de su historia y la evasión de la liquidación del pasado.
La declaración de Abe, que las fuerzas conservadoras derechistas califican de «obra de balance de la historia agresiva del pasado«, no se refiere al reconocimiento y disculpa sinceros de los crímenes pasados, sino está llena de las sofismas descaradas tales como no obligar a las generaciones venideras la fatalidad de seguir disculpar y no pedir más perdón sobre la historia de invasión.
Si bien pasó mucho tiempo, el pueblo coreano tiene en su mente los crímenes nefandos del imperialismo japonés que ocupó de manera militar el territorio coreano e impuso inmensos daños humanos, materiales, espirituales y culturales practicando durante más de 4 decenios la dominación fascista colonial.
Los imperialistas japoneses exterminaron a más de un millón de coreanos, secuestraron y arrestaron a la fuerza a más de 8400000 coreanos para movilizarlos en la guerra agresiva y el trabajo forzoso y convirtieron a 200000 coreanas en esclavas sexuales del ejército japonés, hechos que fueron evidentemente los archicrímenes antiéticos sin precedentes.
Bajo la cobertura de «la misma cepa y la misma raíz» y el «mismo tronco de Japón y Corea«, ellos se desesperaron por arrebatar el nombre, apellido y lenguaje de los coreanos a fin de eliminar para siempre en el mapamundi a la nación coreana que contaba con larga historia de milenios y la cultura resplandeciente y destruyeron y saquearon sin vacilación alguna los preciosos patrimonios culturales, además de los abundantes recursos naturales del país.
Durante 80 años desde su derrota, el país isleño intimidó severamente los derechos a la soberanía, desarrollo y subsistencia de nuestro país, negando obstinadamente a pedir disculpa y indemnizar sus crímenes cometidos contra nuestro pueblo y recurriendo invariablemente a la política hostil a la RPDC y perjudicó los derechos nacionales de los coreanos residentes en Japón, descendientes de los reclutados forzosamente, abultando así sus delincuencias.
Una vez, un medio de prensa de Japón reveló que llega a 20000 metros la altura de los documentos que dan a conocer las atrocidades del imperialismo japonés perpetradas en Corea y otros países asiáticos. Y los datos alusivos a la guerra bacteriológica de la unidad noº 731 de mala fama y otras pruebas irrefutables sacan a la luz los crímenes antiéticos del imperialismo japonés.
La historia no se puede borrar ni quemar.
Por más que Japón haga esfuerzos por borrar el crimen del pasado valiéndose de maquiavelismo de toda índole y liberar de su responsabilidad, la historia del agresor y el país criminal se registrará para siempre y sus archicrímenes antiéticos no tienen prescripción.
Liquidar el pasado al ver correctamente la historia en ocasión del aniversario 80 de su derrota mediante la cual hace recordar el expediente ensangrentado del imperialismo japonés, esto es la ineludible responsabilidad moral de Japón, país delincuente, asumida ante la época y la humanidad y el deber estipulado en los derechos internacionales.