Recientemente, al pasar por el reparto Kwangbok de la ciudad de Pyongyang, una mujer hablaba con emoción con un militar.
“Mi hijo ya está correteando bien… Muchísimas gracias.
Me siento segura y emocionada cuando veo a un militar aun desde lejos.”
Ella habló así porque ese militar había salvado a su hijo caído en el agua fría del río y hoy causalmente se encontró con el salvador.
“Me siento seguro con solo ver a un militar.”
Es el unánime sentimiento de todo el pueblo.
“Han llegado los soldados del EPC.”
“El EPC construyó las nuevas viviendas.”
Son palabras que se pueden escuchar por doquier.
En las aldeas levantadas como un paraíso, en lugares arrastrados por grandes calamidades naturales, granjas invernadero de gran envergadura, centros culturales y estéticos y otras creaciones, están impresas las abnegaciones de los militares del Ejército Popular.
Hasta hoy los capitalinos no se olvidan del esfuerzo abnegado de los combatientes de la rama médica del Ejército Popular de Corea que defendieron la seguridad de la patria y el pueblo movilizados rápidamente en la capital durante el período antiepidémico de máxima emergencia por la entrada del Covid en mayo del año pasado.
Tanto en la zona de Hwasong donde se levanta un nuevo reparto peculiar como en todos los lugares del país donde se libra la lucha constructiva, se pueden ver imágenes dignas de los soldados y oficiales del EPC.
En realidad, el Ejército Popular es pronombre de confianza, esperanza, paz, estabilidad y voluntad para el pueblo coreano.