Un día de mayo pasado, el anciano Kang Hyon Uk y su esposa Kim Kum Suk que viven en Taedongmun, municipio Jung de Pyongyang, no pudieron conciliar el sueño, imbuidos por el cálido amor al pueblo del Secretario General Kim Jong Un.
Les causó gran emoción la noticia de que en la reunión consultiva del Buró Político del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea, el Secretario General tomó las medidas para superar con celeridad la crítica sanitaria creada en el país por la penetración del virus maligno y propuso a la sede del Comité del Partido enviar los medicamentos preparados en su hogar a las familias que sufrían dificultades.
Para esos viejos que habían trabajado con honradez en los importantes cargos sociales durante casi 40 años, era natural que disfrutaran el resto de la vida. Pero, pensaron que si vivieran persiguiendo solamente la comodidad personal en estos momentos críticos, no podrían cerrar la vida con la frente alta.
Decidieron donar mucho dinero de la familia en favor de la labor profiláctica. Al entregarlos a los funcionarios correspondientes, les pidieron que los gastaran en el tratamiento de los pacientes de su barrio y municipio.
También ellos enviaron muchos materiales de ayuda a los médicos y estudiantes del Instituto Superior de Medicina de Pyongyang que participan en la campaña contra la epidemia, así como medicamentos y alimentos a los hogares difíciles.
Hace poco, hicieron una contribución sincera al remozamiento de la ciudad de Samjiyon, sagrado lugar de la revolución, donde se halla la casa natal del Dirigente Kim Jong Il en el campamento secreto del monte Paektu.
A un periodista que elogia sus méritos, Kim Kum Suk dijo:
“Solo cumplimos lo que debíamos hacer. Unir ideas y voluntades y consagrarse cuando el país sufre pruebas como ahora es el deber moral de los ciudadanos que viven en esta tierra. Haré que mis hijos también sean fieles al país.”
En la RPDC hay muchos patriotas como ellos.