Japón debe dejar de destruir el medio ambiente.

 El investigador del Instituto de Estudio de los Asuntos Internacionales, Jong Won Ju, publicó un artículo titulado “Peligroso Estado criminal que amenaza a la humanidad destruyendo el medioambiente“.

Su texto íntegro sigue:

Se alzan cada día más las voces de protesta de la sociedad internacional  contra el gobierno japonés que decidió echar al mar las aguas radiactivas contaminadas de la planta nuclear de Fukushima.

Hace poco, se descubrieron en los alrededores de la planta sustancias coloidales sospechosas de ser residuos radiactivos y quedó detectada la alta radiactividad en el desagüe cercano, hecho que produce polémica a escala internacional.

Según el resultado de investigación, se confirmó que las sustancias coloidales se deben a la fuga de residuos radiactivos y se sospecha que algunas de ellas hayan ido al mar por las precipitaciones.

Sin embargo, Japón no quiere retirar su decisión diciendo injustamente que el presente accidente de fuga no influyó de forma negativa al medioambiente.

La emisión de aguas contaminadas nucleares al mar, patrimonio común de la humanidad y fuente de todos los organismos vivos, resulta un crimen que amenaza la subsistencia de toda la humanidad sobrepasando el marco de un país o una región.

Da graves consecuencias al ecosistema mundial la detección de enorme cantidad de sustancias radiactivas en el litoral de Japón y del Océano Pacífico de América del Norte, escapadas por el accidente de explosión ocurrido en 2011 en la planta nuclear de Fukushima.

De acuerdo con las estadísticas de la Compañía Tokyo Electric Power (TEPCO) de Japón, citadas el 21 de abril de 2011 por Tokio Shimbun, afluyeron al mar en 6 días a partir del primero de abril de ese año sustancias radiactivas que sobrepasan 20000 veces la cantidad permitida a la planta nuclear de Fukushima para un año entero.

Posteriormente, inquietaron aun más a la sociedad internacional los sucesivos accidentes de diferentes dimensiones tales como el ocurrido en diciembre de 2011 (fuga de 45 toneladas de sustancias radiactivas que sobrepasan un millón de veces la tolerancia), los de agosto y diciembre de 2013 (500 toneladas y 2 millones 660 mil veces) y el de febrero de 2014 (casi 100 toneladas).

Pese a la situación grave, el gobierno japonés echó al mar 11500 toneladas de aguas contaminadas nucleares, que exceden 100 veces la tolerancia según la ley internacional, describiéndolas como “de baja densidad“.

Aturdido por la avalancha de críticas de la sociedad internacional, anunció que almacenará las aguas contaminadas después de purificarlas y sin echarlas más al mar.

Pero, aprovechando que un japonés ocupa el cargo de director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), continuó urdiendo el complot para echar al mar las aguas contaminadas almacenadas y adoptó esta decisión tan atrevida que sorprende a la gente.

La emisión del agua contaminada al mar no es un simple asunto interno de Japón sino un problema mundial relacionado con la existencia de la humanidad.

Ahora Japón está involucrado hasta en otros crímenes de destrucción ecológica como pesca de ballenas para la cocina y contrabando de marfiles, prohibidos en escala internacional.

Todos los hechos evidencian que Japón  no toma en consideración ni la ley internacional ni la salud y seguridad de la humanidad para satisfacer sus objetivos egoístas.

Japón no puede engañar nunca la justicia y la conciencia del mundo, por mucho que hable de “seguridad” y “ciencia” describiendo el agua contaminada de Fukushima como “tratada“.

Debe cancelar lo más pronto posible su decisión, en lugar de recurrir a tretas esquivando la vigilancia del mundo.