El nuevo premier japonés Suga donó hace poco Cleyera japonica al Santuario Yasukuni con motivo del rito ancestral de otoño.
El hecho insinúa que al igual que el gobierno anterior, el nuevo poder japonés recurre a todos los medios y métodos para infundir el ultranacionalismo. Además es invariable la malsana intención del país isleño de emprender la agresión a ultramar aumentando su historia criminal y resucitando el fantasma militarista.
Al son de la actitud ultraderechista de Suga, los politicos japoneses visitaron uno tras otro el santuario y dieron ofrendas y pronunciaron disparates que llaman el renacimiento dle militarismo.
El ministro de Defensa dijo atrevidamente que es natural la visita al santuario Yasukuni mientras el titular de la federación de diputados ultrapartidistas dijo en una rueda de prensa que lo hizo con el deseo de que estén en paz Japón y el mundo.
Tales palabras absurdas resultan una burla intolerable y desafío frontal a la nación coreana y las demás asiáticas que sufrieron enormes desgracias en el siglo pasado por culpa del imperialismo japonés.
En lugar de sentir vergüenza de sus crímenes inauditos y derrota sufrida en el siglo pasado y sacar lecciones merecidas, Japón recurre obstinadamente a la tergiversación de la historia. Su conversión en potencia militar y otras maniobras de reagresión van en contra de sus deseo de calmar a la sociedad internacional que le demanda liquidar sus delitos de lesa humanidad.
Lo sigue ahora el poder de Suga que fue elogiado por su antecesor Abe por su “primer paso excelente”.
El gobierno actual trata de completar la base jurídica y militar para la agresión a ultramar.
Instauró en el Partido Democrático Liberal la llamada comisión de elaboración del proyecto de enmienda constitucional a fin de completar hasta finales de este año el proyecto original de modificación de la Constitución vigente a una más bélica y se mueve con prisa para adquirir la “capacidad de ataque a la base enemiga”.
Se libran en estos momentos también en distintas partes del archipiélago japonés y en sus aguas y el aire en su contorno los ejercicios bélicos para la agresión a ultramar de las “Fuerzas de Autodefensa” bajo el pretexto de defensa y adiestrar los métodos de combates espaciales, cibernéticos y electrónicos.
Japón justifica la visita al santuario Yasukuni y embellece su historia de crímenes sangrientos hablando de la “paz mundial”, pero no le hace caso ningún país.
Por el contrario, aumenta el repudio y odio de la sociedad internacional el intento de Japón de resucitar el fantasma militarista y convertir de nuevo el mundo en el campo de danza macabra de agresiones y asesinatos.
Por mucho que pase el tiempo y cambien las generaciones, la nación coreana y la humanidad no olvidarán jamás los crímenes de Japón y le harán pagarlos muy caro.
Al darse cuenta de ello, los reaccionarios japoneses deben actuar con prudencia.