El nuevo director para las negociaciones con EE.UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular Democrática de Corea publicó hoy la siguiente declaración:
El mundo no sabrá bien por qué las relaciones RPDC-EE.UU. se complican cada vez más a pesar de la especial amistad privada entre los Máximos Líderes de ambos países.
El secretario de Estado norteamericano, Pompeo, dio la respuesta clara al respecto.
El pasado día 25, él reclamó absurdamente sanciones y presión anti-RPDC en una rueda de prensa concedida después de la videoconferencia entre los cancilleres del G-7, que discutió el tema de prevenir la transmisión de COVID-19 que amenaza gravemente la vida de toda la humanidad.
Por una parte, el presidente estadounidense ha solicitado hace poco el estrecho intercambio de opiniones al enviar a la Dirección de nuestro país su carta personal que refleja el «proyecto de ayuda lleno de sinceridad» en el sector antiepidémico. En contraste, el llamado secretario de Estado da vuelco a la opinión de su presidente, al proferir improperios contra el país con que éste quiere establecer buenas relaciones de cooperación.
Este hecho nos proporciona motivo de confusión sobre quién es el verdadero mandatario de EE.UU.
A través del disparate de Pompeo, he confirmado una vez más que si bien son muy excelentes y sólidas las relaciones de intimidad entre los dignatarios de la RPDC y EE.UU., ellas no pueden cambiar la política hostil anticoreana del segundo y que el reinicio del diálogo preconizado tanto por EE.UU. no pasa de ser una artimaña seductiva para frenar nuestra marcha.
Sería ilógico pensar que detendremos nuestra marcha seducidos por la alabanza sobre la intimidad entre los Máximos Líderes, puesto que EE.UU. habrá conocido bastante de nuestro país en el curso de la confrontación bilateral de varias décadas.
Evidentemente dicho, calamos con toda claridad las trampas de EE.UU. tal como vemos un pez en la pecera y, a veces, solíamos sondear la intención de ese país fingiendo movernos en la dirección deseada por él.
Sólo con escuchar alguna tos proveniente de la Casa Blanca, adivinamos exactamente de quién es y porqué la hace y estamos dando al traste, sin mucho trabajo, con las «artimañas» ideadas por los cerebros de la política norteamericana.
Valga decir que tanto nosotros como la sociedad internacional están bien acostumbrados al guión por el estilo norteamericano, que trata de frenarnos, atarnos de pies y manos, poniendo de relieve a cualquier hora la intimidad entre los mandatarios ante la falta de los medios para contenernos y mantenernos a raya.
Lo que EE.UU. debe conocer bien claro es que ha de reconocer que no saldrá con la suya con ninguna amenaza o artificio en el trato con nuestro país.
El objetivo de lo que ha inventado el jefe de la diplomacia norteamericana reside en hacer a su país ser visto por la sociedad internacional como «partidario de diálogo» y poner inactivo a nuestro país cautivándolo de la ilusión vana, al hablar tanto de la amistad entre los mandatarios y levantar el falso cartel de diálogo.
Este cartel, que ha sacado el presidente estadounidense para ganar tiempo y el ambiente a su conveniencia, quedó desvirtuado seriamente debido al chisme de su secretario de Estado.
Escuchando el reciente disparate de Pompeo, desechamos otra vez con mayor seguridad las ganas de dialogar y nos pusimos más entusiastas en nuestros programas responsables para recompensar con el pavor e inquietud los sufrimientos impuestos largo tiempo por EE.UU. al pueblo coreano.
Parece que EE.UU. no tiene más fuerza y estratagema para detener el segundero de enfrentamiento que comenzó a moverse de nuevo.
Marcharemos por nuestro camino.
Queremos que EE.UU. no ofenda a nuestro país con sus disparates inoportunos.
El que toca, se queda dañado.