Preocupación ante el militarismo japonés.

Prosigue aún en vísperas del fin de este año la aventura militar de Japón que inquieta la sociedad regional a lo largo del año.

Hace poco, el Ministerio de Defensa japonés anunció oficialmente que se realizarán en diciembre por primera vez en Shigoku los ejercicios conjuntos de la infantería de marina norteamericana y las “Fuerzas Terrestres de Autodefensa” donde participarán 4 aviones Osprey estadounidenses.

Siendo una parte de las acciones para terminar sin falta los preparativos de las “Fuerzas de Autodefensa” para la guerra, ese anuncio muestra claramente la ambición militar del país isleño que da acicate a la conversión en potencia militar y a la expansión a ultramar con la ayuda de su amo.

Las “Fuerzas de Autodefensa” convertidas ya en las de ataque están enfrascadas en adiestrar la capacidad de cumplimiento de la guerra, al “regularizar” el avance a ultramar ampliando continuamente el teatro de operación militar.

Lo que llama la atención es que Japón intenta completar la capacidad de combate real de las “Fuerzas de Autodefensa” bajo el rótulo de “alianza militar” y “cooperación en la defensa”.

Este año, ese cuerpo armado dio inicio a la maniobra militar con EE.UU. con el entrenamiento de aerotransporte, ejecutado con los comandos norteamericanos suponiendo la defensa de una isla apartada.

Seguidamente, tuvieron lugar los ejercicios conjuntos de distintos nombres con la incorporación de fuerzas de movilidad anfibia, infantes de marina y aviones de combate.

En mayo pasado, los buques de las “Fuerzas Marítimas de Autodefensa” libraron por primera vez en el Océano Índico los ejercicios conjuntos con Francia, Australia y EE.UU. y anduvieron largo tiempo en el Pacífico para realizar el entrenamiento conjunto naval con los países costeros.

En tal contexto, se aprobó la concertación del convenio de ofrecimiento recíproco de materiales y manos de obra entre las “Fuerzas de Autodefensa” y los ejércitos de Francia y Canadá y se examina la firma del “acuerdo de status de la unidad visitante” con el ejército británico. Así el círculo político de Japón va sentando el terreno favorable al avance militar a ultramar.

Bajo el pretexto de empeoramiento de la situación del Medio Oriente, el gobierno isleño promueve el envío de sus uniformados a esa región.

No se puede interpretar este hecho como “recogida de informaciones” o “garantía de seguridad naval”.

Los gastos de defensa más grandes de la historia, las fuerzas armadas de carácter ofensivo que salieron del principio de “defensa exclusiva”, el avance militar a ultramar y otros hechos insinúan que todas las actividades militares de Japón se dirigen a la guerra real, o sea, la reagresión.

Este año, Japón finalizó la era de “Heisei” y entró en la nueva de “Reiwa”.

Aunque se cambiaron la época y la era, no varía la ambición militarista de Japón de convertirse en un Estado capaz de hacer la guerra sin comprometerse a las trabas históricas, legales y morales.

La sociedad internacional observa con preocupación el rumbo de Japón en la era de “Reiwa”.